jueves, julio 19, 2007

(Ocho) cosas que nunca te dije

Juanjo me reta a que cuente 8 cosas 8 que los lectores probablemente desconocen de mí. Dado que no suelo comentar aquí nada acerca de mi vida privada, la tarea es fácil. Otra cosa es que lo que cuente tenga algún interés. Veamos...

1) Mi hermano nació un 11 de noviembre (11 del 11), mi hermana un 4 de abril (4 del 4); mi venida al mundo estaba estratégicamente prevista un 2 de febrero (2 del 2). Haciendo gala de mi proverbial falta de iniciativa desde el mismo momento de mi nacimiento, decidí que no me apetecía salir tan pronto. Me sacaron con un chupón el día 3 de febrero, rompiéndose así lo que habría podido ser una bonita tradición familiar.

2) Como consecuencia de lo anterior, mi coronilla luce una magnífica cicatriz en forma de media luna. No se me ve por culpa de (o gracias a) mi considerable mata de pelo, pero si algún día me quedo calvo la cosa puede ser bastante llamativa. Una luna en la cabeza no es moco de pavo; leo en el diccionario de símbolos de Cirlot que la vía lunar representa la "intuición, la imaginación, la magia", frente a la vía solar ("razón, reflexión, objetividad"); "en aspecto negativo, alude a los errores, fantasía arbitraria, impresionabilidad imaginativa, etc."

3) Después del punto 1, no hace falta insistir en que mi primer pecado capital es la pereza. Mi droga es la siesta: necesito una pequeña dosis de evasión completa de la realidad a mitad de la jornada. No puedo dormir la siesta si no es con una almohada y una manta que me tape los riñones (incluso en verano). En realidad, soy incapaz de dormir sin almohada, ni de día ni de noche. Utilizo la almohada en paralelo al cuerpo, y duermo abrazado a ella. No creo que esto se derive de ninguna carencia afectiva o sexual: he probado a sustituir la almohada por una persona amada pero no me funciona, soy incapaz de dormir abrazado a nadie.

4) Mi segundo pecado capital es la gula, mi perdición el chocolate. Entre mis amigos tengo fama de ser la persona con más habilidad para mancharse de chocolate del mundo. Exageran. Al menos un poco. A lo mejor es cierto.

5) Amo la música, pero no poseo ningún talento musical. Mis dedos se tornan butifarras en cuanto cojo una guitarra. Lo cual no me ha impedido, por otra parte, montar un grupo con mis amigos. La única condición para formar parte de la banda es no tener pericia con el instrumento que se vaya a tocar; nuestro estilo, evidentemente, se podría calificar como "experimental". A lo largo de 7 u 8 años hemos llegado a componer una canción y a realizar una versión de otra. Poco a poco...

6) Me gusta dibujar. Desde mi más tierna infancia he contribuido incansablemente a la deforestación del Amazonas rellenando miles de folios con garabatos y bocetos. Alguien me aconsejó en su día que estudiara Bellas Artes. Mi madre me quitó la idea de la cabeza: ser artista equivale en un 99% de los casos a morirse de hambre. Desde entonces, entre otras cosas, se ha reforzado considerablemente mi aprecio por todo lo minoritario, lo marginal.

7) Soy incapaz de memorizar los nombres de las plantas y de los animales; por más que lo intento, no consigo retener convenientemente en mi cabeza las distintas especies de pino presentes en la Península; prefiero mil veces la ciudad al campo; no entiendo el interés de alguna gente por observar pájaros o por reconocer excrementos de animales salvajes; siendo generoso, puedo afirmar que el medio ambiente representa una mínima parte de mis intereses, preocupaciones y desvelos. Estudié la carrera de Ciencias Ambientales. Ahora me dedico a la ecología urbana. En este sentido, le debo más a Italo Calvino que a Odum o a Margalef o a Terradas.

8) Cuando sea mayor quiero tener una librería. Una librería de las que quedan pocas, de esas sin libros de Dan Brown ni de César Vidal apilados a la entrada. Una librería con sillones cómodos para sentarse a leer y a charlar, con altas estanterías de madera oscura repletas de bestiarios medievales, de manuales de cábala, de viejos tratados de arquitectura, de cuentos infantiles victorianos; la librería tendrá un espacio para pequeñas actuaciones y conciertos; un día invitaré a Chan Marshall a tocar "Sea of love" rodeada de libros y de velas. (La sentencia de mi madre retumba en mi cabeza: poner una librería en Sevilla es morirse de hambre...)

lunes, julio 16, 2007

Heartland

Acabó el curso de verano que un lejano día de enero decidí organizar junto con mi pequeña Martita, y que tantos quebraderos de cabeza nos ha traído desde entonces. La cosa ha culminado finalmente con una semana de agobios, de carreras, de falta de sueño; pero también de pequeñas satisfacciones, nuevos amigos y una renovada ilusión por el trabajo. Para compensar, un fin de semana dedicado exclusivamente a comer, dormir y pasear. Ahora toca la vuelta a la rutina, lo que incluye también, como no, la vuelta al blog, a las lecturas pendientes, a la música, a los proyectos infinitamente aplazados...

Es tarde. Cansancio y acumulación de pensamientos. De alguna forma, los últimos días marcan un punto de inflexión. Me invade un extraño sentimiento. Quizá se pueda definir como nostalgia, unida a una cierta sensación de empuje, de avance. Voy dejando algo atrás: a lo mejor es ese conjunto de miedos y temores al que me había acostumbrado demasiado, hasta el punto de convertirse en una parte inalienable de mi ser; avanzo, algo menos inseguro que ayer, hacia algún sitio difuso y resplandeciente. Acaso la paz dorada y la ingenua alegría de las viejas tardes de verano...

Las palabras no acuden en mi ayuda; recurramos a la música: