Italo Calvino, sobre los cuentos fantásticos del siglo XIX:
"Para nuestra sensibilidad actual, el elemento sobrenatural, en el centro de la trama, aparece siempre cargado de sentido, como una rebelión del inconsciente, de lo reprimido, de lo olvidado y de lo alejado por nuestra atención racional. En esto se muestra la modernidad de lo fantástico y la razón de su mismo éxito en nuestra época. Advertimos que lo fantástico nos revela cosas que nos conciernen directamente, aunque estemos menos predispuestos que los lectores decimonónicos a dejarnos sorprender por apariciones y fantasmagorías, o estemos preparados para disfrutarlas de otro modo, como elementos característicos de la época."
"Cuentos fantásticos del XIX", Italo Calvino.
Es necesario matizar: 1) Calvino habla aquí de literatura fantástica en el sentido que la tradición francesa otorga a este término: en palabras del autor, "fantastique se refiere casi siempre a elementos macabros, como las apariciones de fantasmas de ultratumba", y no está tan directamente asociado al concepto más amplio de fantasía como sucede en el contexto italiano o español; 2) según afirma Todorov, lo fantástico deja siempre un resquicio a la explicación racional, mientras que lo maravilloso presupone la aceptación de lo inexplicable, como sería el caso de las fábulas o de los cuentos de "Las mil y una noches" (y también, claro, de algunas obras de Calvino).
A la luz de esta breve reflexión, y a pesar de las limitaciones que entrañan las dos acotaciones anteriores, pensemos ahora en lo fantástico (en su acepción más amplia) en la obra de Calvino. Hipótesis de partida: Calvino no percibe lo fantástico como una vía de escape de la realidad, sino como un instrumento que puede ayudarnos a comprender mejor la realidad. A diferencia de Cortázar y Cunqueiro, para Calvino lo fantástico es útil, no necesario; lo fantástico es un medio, no un fin en sí mismo. En los cuentos del XIX, la utilidad de lo inverosímil o lo sobrenatural está vinculada a la revelación del subconsciente; en las obras fantásticas del propio Calvino, lo maravilloso es utilizado como un espejo donde reflejar de forma simbólica la realidad, o bien como un vehículo para explorar determinados aspectos de lo real que, paradójicamente, no podrían ser abordados satisfactoriamente desde una literatura de corte realista. Pienso, por ejemplo, en la trilogía de "Nuestros antepasados", en "Las ciudades invisibles", o en "El castillo de los destinos cruzados": el carácter fantástico de estas obras hace que puedan ser leídas como meros divertimentos, intrascendentes ejercicios de huida de la realidad; una lectura mínimamente exigente desvela la enorme riqueza de significados que se esconden bajo la inocente apariencia de la fábula.
¿Niega Calvino esa finalidad escapista que otros atribuyen a la literatura fantástica? Creo que no; de hecho, en la conferencia "Mundo escrito y mundo no escrito", el escritor parece extender esta función a la literatura en general, sin distinción entre géneros. La literatura como refugio frente a una realidad esencialmente inabarcable, impredecible, incomprensible:
"Pertenezco a esa parte de la humanidad -una minoría a escala planetaria pero creo que una mayoría entre mi público- que pasa gran parte de sus horas de vigilia en un mundo especial, un mundo hecho de líneas horizontales en el que las palabras van una detrás de otra y en el que cada frase y aparte ocupan su lugar debido: un mundo que puede ser muy rico, quizá incluso más rico que el no escrito, pero que, en cualquier caso, requiere cierto trato especial para situarse dentro de él. Cuando me aparto del mundo escrito para reencontrar mi lugar en el otro, en lo que solemos llamar el mundo, hecho de tres dimensiones, cinco sentidos y poblado por miles de millones de seres como nosotros, esto equivale para mí a repetir, cada vez, el trauma del nacimiento, a dar forma de realidad inteligible a un conjunto de sensaciones confusas y a elegir una estrategia para enfrentar lo inesperado sin que me destruya (...)
(...) Mientras espero a que el mundo no escrito se aclare ante mis ojos, siempre hay una página escrita al alcance de mi mano en la que puedo volver a zambullirme; me apresuro a hacerlo con la mayor satisfacción: en ella, al menos, aunque logre comprender tan sólo una pequeña parte del total, puedo hacerme la ilusión de tenerlo todo controlado."
"Mundo escrito y mundo no escrito", Italo Calvino.
(Las citas han sido tomadas de un volumen recopilatorio de ensayos y artículos que precisamente toma su título de ésta última conferencia, "Mundo escrito y mundo no escrito", y que ha sido publicado recientemente por Siruela).