Dos anotaciones (más) sobre religión
1) Cuando hablo de religión con mis amigos creyentes, acabo pensando que acaso sea yo, perfecto ateo, quien tenga un mayor interés por el hecho religioso y sus implicaciones sociales y culturales. No pocos de los que se llaman a sí mismos cristianos tienen de creyentes tan sólo una leve pátina superficial: basta con rascar un poco para dar con un fondo esencialmente materialista, incrédulo, interesadamente selectivo en cuanto a la aplicación de preceptos y normas, y en general poco preocupado por todo lo que no sea el aquí y el ahora.
Tiendo a pensar que el pensamiento religioso permanece vivo en muchos de nosotros por mera inercia social. La religión es una creación cultural que nace con un clara función adaptativa: la idea de dios sirve para explicar el origen del universo y dotar de sentido a la vida, para calmar el miedo ante la muerte, para mitigar la desesperación ante lo insignificante y aleatorio de nuestro destino, y para justificar en última instancia la imposición de una moral y de un sistema político determinados. Una vez que surgen nuevos instrumentos culturales como la ciencia o la ética, que suplen estas necesidades humanas con mayor eficacia, la religión pierde su razón de ser.
Por ello, desde un punto de vista evolutivo, no es demasiado arriesgado establecer un símil entre la religión y un órgano vestigial como, por ejemplo, el apéndice. ¿Cuántos de nuestros conocidos conviven con las costumbres religiosas de igual forma que cargan con esa menuda prolongación del intestino? El apéndice es un elemento perfectamente inútil, testigo de una extinta funcionalidad del organismo propia de una etapa evolutiva anterior. Lo heredamos de nuestros padres, y aunque es un trasto que no sirve de nada, tampoco nos causa ninguna molestia. Hasta que se inflama.
2) Hoy, en El País, una interesantísma charla entre Fernando Savater (filósofo, profesor e improbable aventurero político) y José María Castillo (sacerdote y teólogo) sobre religión. El texto está cargado de citas potenciales, pero me quedo con esta bella reflexión de Savater:
"Amamos lo perecedero precisamente porque va a perecer; no amamos lo eterno, lo invulnerable, nadie ama el universo, todos sabemos que el universo se pasa muy bien sin nuestros cariños. Amamos a aquellas personas que quisiéramos perpetuar y no podemos; es su fragilidad lo que suscita nuestro amor. Y claro, Dios es lo contrario: la idea de amor a Dios, por ejemplo en el planteamiento tan hermoso de Spinoza, en su Ética, él habla del amor a Dios, que sólo puede ser un amor intelectual, no podemos esperar que Dios nos ame. Esa vinculación afectiva que introduce el cristianismo necesitaba que Dios hiciera una concesión a la carne, a la muerte, a la fragilidad, al temor, al abandono... Esa idea del Dios hecho hombre es una aportación de la religión cristiana, pero también un paso hacia la salida de la religión, porque en cuanto divinizamos la figura frágil, doliente, del hombre, estamos acercándonos a empezar a divinizar sencillamente al hombre, sin necesidad de lo sobrenatural. De ahí que algunos expertos como Marcel Roché hablen del cristianismo como de la religión para salir de la religión. Así que, para que la figura de Cristo adquiera toda su capacidad de identificación con nosotros, suprimámosle esa otra dimensión mágica que le aleja aún de nosotros."
La figura de Cristo como germen del ateísmo...
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